El Potencial Agroambiental de la Agricultura
y la Ganadería brasileñas

(por Labor Rural)

Datos recientes de la Embrapa Territorial sacaron a la luz el hecho de que las propiedades privadas brasileñas preservan 2.828.589 kilómetros cuadrados de bosque nativo que, siempre según la Embrapa, equivalen al 33,2% del territorio del país (MIRANDA; CARVALHO & CASTRO, 2022).

Se sabe que uno de los principales medios de emisión de carbono son los cambios en el uso de la tierra, cualquier alteración que saque al suelo de su condición o equilibrio natural, genera la exposición de la materia orgánica del suelo (MOS) y, por tanto, es rápidamente descompuesta por la microbiota y el carbono (C), previamente contenido en la MOS, es emitido a la atmósfera.

Cabe mencionar que la aceleración de este proceso de descomposición se produce debido a las condiciones climáticas de Brasil, principalmente por la alta humedad y temperatura.

Así que ¿este problema sólo existe en Brasil?
A nivel mundial, la emisión anual de carbono (C) a través del suelo es de unas 1,6 Gigatoneladas (Gt) (o 1,6 Petagramas – Pg) de C, mientras que las industrias, al quemar combustibles fósiles, emiten unas 6 Gt de C (o 6 Pg) al año.

En general, los países clasificados como desarrollados, como las principales potencias del hemisferio norte, tienen a la industria como principal fuente de emisión de carbono, mientras que en los países aún en desarrollo, como Brasil, el escenario apunta a una mayor emisión anual de carbono procedente de la agricultura. Por lo tanto, la agroindustria tiene un papel fundamental en la mitigación de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), sin embargo, como decimos aquí en Brasil, “el agujero es más profundo”. Los estudios muestran que las existencias de C en el suelo brasileño son de aproximadamente 39, 52, 72 y 105 petagramos, respectivamente para las capas de suelo de 0-30, 0-50, 0-100 y 0-200 cm (BERNOUX & VOLKOFF, 2006).

El Código Forestal Brasileño (Ley 12.651, del 25 de mayo de 2012) establece que la preservación de las áreas boscosas debe hacerse a través de las Zonas de Preservación Permanente (ZPP), que son aquellas áreas que deben ser protegidas debido a la fragilidad del ecosistema que allí existe, o a través de las Reservas Legales, que se definen como un porcentaje del área de la propiedad rural de acuerdo con el bioma donde se encuentra, entre otras.

Pero, ¿sólo en las Zona de Preservación Permanente y en las Zonas de Reserva Legal es posible compensar las emisiones de carbono?
La respuesta es no. Sin embargo, no hay que alarmarse, los bosques son una excelente “prisión” para el carbono, pero los ecosistemas forestales son entornos equilibrados, generalmente ya saturados en su capacidad de retención de carbono. No obstante, su conservación es fundamental para evitar un desequilibrio y un aumento del flujo de carbono, transformando las formas estables de carbono fijadas tanto en la biomasa vegetal como en el suelo, hacia la emisión de CO2.

¡Y aquí es donde entra el protagonismo de la Agroindustria!
Como se presentó al inicio de este texto, aproximadamente el 33% del territorio de las propiedades privadas en Brasil se destina a la preservación del bosque nativo, sin embargo, no es sólo en estas áreas los productores realizan la preservación ambiental (MIRANDA; CARVALHO & CASTRO, 2022).

Según datos de la FAO (2018) entre los años 2015 y 2016, Brasil ya contaba con 32 millones de hectáreas cultivadas en base a la agricultura de conservación. Por tanto, es el segundo país de la zona dedicado a estas prácticas. Se entiende como premisas básicas para la conservación de la Salud del Suelo (soil health) los tres pilares: i) mínima o nula alteración mecánica del suelo; ii) cobertura orgánica permanente en el suelo y iii) diversificación de especies.

Por lo tanto, es correcto decir que las prácticas conservacionistas tienen como objetivo un mejor equilibrio del ecosistema productivo, de modo que haya un aumento, principalmente, de los niveles de materia orgánica del suelo (MOS). Además de proporcionar una mejora en las condiciones físicas, químicas y biológicas del suelo, la MOS, o el aumento de los niveles de MOS, mitiga las emisiones de GEI, incorporando más C al suelo. Entre las prácticas utilizadas para este fin, podemos citar el uso de la agricultura sin labranza, la recuperación de pastos degradados, la implementación de sistemas integrados de cultivo, la reforestación de áreas marginales, el uso de especies de alta producción de biomasa o la eliminación de la quema como ejemplos de prácticas ya insertadas en la realidad de las propiedades rurales brasileñas.

El efecto cíclico de la conservación del suelo
La mínima perturbación del suelo (i), reduce la posibilidad de emisión de CO2 a la atmósfera, minimizando la exposición de las fracciones estables de MOS que no son accesibles a la biomasa microbiana para su metabolización.

La cobertura del suelo proporcionada por la presencia de biomasa orgánica (ii) ofrece protección mecánica a las capas más superficiales del suelo, reduciendo el proceso de erosión, así como la compactación y otros problemas físicos del suelo. Además, la paja es una fuente de C y otros nutrientes, regulando la acción de la biomasa microbiana presente en el suelo, sobre fracciones menos estables de la MOS y sobre el propio residuo de paja.

Por último, la diversificación de las especies vegetales (iii) garantiza una explotación más eficaz del perfil del suelo mediante el uso de plantas que tienen sistemas radiculares diferentes. Así, los nutrientes son ciclados constantemente por las plantas, llevados a la superficie y aportados a través de la deposición de biomasa vegetal (ii).

Las diferentes morfologías de las raíces contribuyen a la formación de bioporos de diversos tamaños y funciones, lo que contribuye a la distribución uniforme del agua y los nutrientes.

Además, la muerte de las raíces representa una de las principales fuentes de C para el suelo, aportando materia orgánica a las capas más profundas del suelo, garantizando las reservas de C en profundidad.

¿Cuál es el potencial de contribución de carbono de un sistema conservacionista?
Los pastos bien manejados en el territorio brasileño pueden aportar en la capa de 0-20 cm valores de aproximadamente 0,27×10-9 Pg ha-1 a 1,44×10-9 Pg ha-1 de C; por otro lado, las áreas bajo labranza cero aportan, en promedio, 1,00×10-9 Pg ha-1 de carbono.

En áreas con alternancia entre soja y maíz, se reportaron tasas de acumulación anual de C de 0,30×10-9 y 0,60×10-9 Pg ha-1 en suelos con textura media y arcillosa, respectivamente.

Además, la adición del componente animal en el sistema de integración cultivo-ganadería (CLI) aporta un incremento de 2,8×10-9 Pg ha-1 año-1 de carbono al sistema.

Esto ocurre porque la aportación de carbono al suelo depende de la aportación concomitante de nitrógeno, por lo que los residuos animales contribuyen a la disponibilidad de N. Además, el pastoreo estimula el ahijamiento de las plantas forrajeras, lo que conlleva una mayor emisión de raíces y, en consecuencia, un mayor aporte de materia orgánica a las capas más profundas del suelo (SOUZA et al., 2008; MARTINS et al., 2014).

La lección que queda
El uso de prácticas conservacionistas que preservan el C del suelo ya es una realidad a las puertas de varias propiedades rurales, lo que justifica la posición de Brasil como potencia agroambiental.

Estas prácticas conservacionistas son beneficiosas para el ámbito social, al garantizar las condiciones de bienestar humano y animal; para el ámbito económico, por el incremento del retorno financiero al reducir los gastos con insumos a mediano y largo plazo y, principalmente, para el ámbito ambiental, al preservar y conservar los recursos naturales y productivos.

Por lo tanto, la forma de difundir el propósito común de preservar el medio ambiente consistiría en arrojar luz sobre las prácticas correctas y las posibilidades de retorno a corto, medio y largo plazo.


Referências Bibliográficas
:

  • BAYER, C.; MARTIN-NETO, L.; MIELNICZUK, J.; PAVINATO, A.; DIECKOW, J. 2006. Carbon sequestration in two Brazilian Cerrado soils under no-till. Soil Tillage Res., 86:237-245.
  • BERNOUX, M. & VOLKOFF, B. 2006. Soil carbon stock in soil ecoregions of Latin America. In: LAL, R.; CERRI, C.C.; BERNOUX, M.; ETCHEVERS, J. & CERRI, C.E.P. Carbon sequestration in soils of Latin America. New York, Haworth. p.65-75.
  • CARVALHO, J. L. N.; CERRI, C. E. P.; FEIGL, B. J.; PICOLLO, M. C.; GODINHO, V. P.; CERRI, C. C. 2009. Carbon sequestration in agricultural soils in the Cerrado region of the Brazilian Amazon. Soil Tillage Res., 103:342-349.
  • FAO. 2018. Global spread of Conservation Agriculture, acesso em maio de 2022.
  • MARTINS, A. P.; DE ANDRADE COSTA, S. E. V.; ANGHINONI, I.; KUNRATH, T. R.; BALERINI, F.; CECAGNO, D.; CARVALHO, P. C. D. F. 2014. Soil acidification and basic cation use efficiency in an integrated no-till crop–livestock system under different grazing intensities. Agriculture, Ecosystems & Environment, 195, 18-28.
  • MIRANDA, E. E.; CARVALHO, C. A. & CASTRO, G. 2022. O produtor rural protege um terço do Brasil. Disponível em: infoteca-e, acesso em junho de 2022.
Labor Rural

Izabella Marani

Agronomic Engineer and Marketing Supervisor Labor Rural
Partner UNIFORM-Agri in Brazil

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